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El rincón de jazmin

El árbol del amor

 

Pronto llegará el buen tiempo y como cada año veremos como algunos bosques , montes, árboles, toda la flora y la fauna que encierran esos paraísos que poseemos arderá; sea por imprudencias de nosotros mismos, sea por provocación a cambio de intereses urbanísticos, que éstos casos son los más.

Por ello, cada vez que se ha de repoblar esos terrenos muertos por el devastador fuego, soy la primer en ir, y no hace ni dos meses plante un pinito en un hoyo , el pinito lleva mi nombre. Puse todo mi cariño en él, lo plante, le puse un palo al lado para que creciera recto sujetándolo, y luego lo regué.

Cuando ocurre un suceso así, es tal la impotencia que sientes de ver como las llamas arrasan kilómetros de vegetación, que por ese motivo yo hice este poema.

Éste, trata de un árbol con muchos años de vida que yo imagino, y que en él, el amor queda sellado en su corteza con corazones de los amantes de centenares de años que algún día depositaron allí su unión. Quiero hacer ver que el amor como los árboles son antiguos, que sigue persistiendo durante generaciones y que un árbol también persiste si antes no lo devora las llamas. Es como un grito a la esperanza de que no vuelva a arder ningún bosque nunca más.

 

 

Poema

Quintañón era aquel que enarbolaba,

contenía yo el resuello,

ya que la pasión destructora acechaba,

me abracé a él

y tres brazos más alargados

no podían abarcarlo

de su grosor extraño.

Con corazones delineantes de amantes

que determinaron que fuera certificado

el sello de amor que allí posaban.

Miraba esos sentimientos y dañaban,

ya que las llamas, se acercaban

y los que rasgaron su corteza

para grabar entrelazados en abrazos sus deseos,

terminarían como ese árbol jerárquico.

Serían rescoldos, cenizas y después olvido,

¡no podía ser lícito!

Pero Eolo, el dios del viento,

al verme apurada y con lamentos

suplicando al aire que no avanzara

giró de inmediato la brisa,

se salvo el centenario y sus testigos,

aquellos, que se amaron bajo su cobijo.

jazmin

4 comentarios

jazmin -

Espartaco, le doy la justicia, por lo irracional de ese momento. No es de recibo que se queme la naturaleza cuando nos da todo.

Sakki, yo también lo veo, pero aún pasando muchos años yo, los veo inmortales, los matamos nosotros, eso es lo triste.


La verdad, Dino es que es imperdonable, el fuego arrasa con todo lo que hay y luego para que crezca un árbol tarda muchísimos años para ser sólo joven, si los quemamos sistemáticamente ¿qué nos queda?

Un abrazo grande a los tres.

Dinosaurio -

Los árboles son vida. Por eso no me extraña que te desesperes con los incendios, que son y traen muerte (pero muerte artificial y absurda).
Buen poema, Jazmín.
Un abrazo.

Sakkarah -

Me gusto tu poesía al árbol. Me lo imagino. Som preciosos los árboles ancianos.

Un beso.

ESPARTACO -

Que bien escribes; me alegra leerte. Interesante el enfoque que haces del Dios Eolo;la mayoria se asocian a maldad o a bondad. Pero este le has dado un carácter justo. Reitero, interesante... Un abrazo. E.