El ovillo que tejemos
La vida que vamos tejiendo, las alegrías, tristezas, recuerdos entrañables y otros que son más bien para desterrar.
Ese ovillo que se ha ido consumiendo para tejer hay muchos hilos que no debiéramos haber entrelazado, nos abstuvimos de aislarlos en su momento, no se hizo y el resultado es, que la pieza tejida tiene agujeros, son imposibles de remendar, por mucho que esa prenda se parchee, detrás de ese simbólico remiendo, en el que anteriormente había un agujero, hay constantes recuerdos excesivamente dolorosos, y no se pueden tirar porque entonces, lanzarías toda una vida.
Eso es lo nocivo, lo que produce dolor, esas circunstancias que nos hicieron daño tendríamos que haberlos trenzado en otra prenda diferente para que cuando la vida te abofetea una y otra vez seguir tejiendo la prenda de las evocaciones dañinas y sin demora abandonarla en el olvido. Y los instantes felices depositarlos en una tela diferente.
No es frecuente elaborar esa doble tarea y eso conduce que a la larga te pase factura.
Cuando transcurren los años y extendemos esa tela enmarañada tan larga nos vemos forzados a ver todas las situaciones unidas o solapadas, los malos recuerdos y los menos malos.
Es nuestra vida y es la que hemos creado o la que nos imponemos nosotros mismos.
Podríamos retroceder y volver a comenzar pero ¿quién puede hacer eso? Renunciar a todo y reemprender de nuevo, es del todo imposible o por lo menos esa es mi reflexión.
En consecuencia debemos convivir con lo que ha sido, es y será nuestra vida.
Nos agradaría en ocasiones, dar un giro de 360º pero aún dando una orientación tan extrema esa tela, continuaría persiguiéndonos, de tal forma que seguiríamos pensando que los causantes de todo lo acontecido en el transcurso de este camino de espinas, somos nosotros mismos por no saber curar las heridas a su debido tiempo y nos corresponde seguir con ellas el resto de nuestros días.
Posiblemente, si pudiéramos mitigar el sentimiento que en ocasiones, nos sumerge en la melancolía, fuera mínimo, que apenas se apreciase, pero no suele ocurrir así. Aún mirándolo desde una perspectiva muy optimista intuyo que en conjunto no tenemos la facilidad de ejercer ese trabajo, poder separar lo bueno que nos sucede en la vida y lo malo, porque forma parte de nuestra existencia.
Con los momentos malos se aprende, te vas endureciendo, coges experiencia, sales curtida y se va formando nuestra personalidad por el contrario, con los felices simplemente gozas de esos momentos saboreando hasta la última gota de ese bien tan corto como escaso.
Desde pequeños deberían enseñarnos a separar los momentos felices de los que no lo son, si fuera así, presumiblemente seríamos más felices, pero me temo que, entonces nuestra enseñanza de la vida estaría muy mermada porque hay más ratos de infelicidad que de dicha.
2 comentarios
jazmin -
Un abrazo.
ESPARTACO -